“Nos piden abrir el féretro” – Un trabajador del cementerio habla sobre el dolor de la pandemia

Hasta el momento el coronavirus ha afectado a 157.023 pacientes en España y ha dejado el devastador saldo de 15.969 fallecidos. La mayoría de las personas que no han logrado sobrevivir han tenido que partir completamente aisladas sin poder ver por última vez a sus seres queridos.

En algunos casos, gracias a la solidaridad del personal sanitario han podido despedirse a través de vídeo llamadas, o han podido ver de lejos a uno de sus familiares antes de morir.

La realidad que se sufre en los países más afectados por la pandemia es devastadora, Luis Miguel Jiménez, quien trabaja en un cementerio de Madrid, relató el dolor causado por el COVID-19.

Luis Miguel, de 30 años, se desempeña como enterrador, durante una entrevista contó los detalles de su jornada de trabajo. Las medidas de confinamiento establecidas en España impiden que se celebren velatorios.

“Impresiona el silencio, pero sobre todo la soledad”, relató Luis Miguel.

Él trabaja en el Cementerio Sur-Carabanchel, donde diariamente se celebran 70 entierros.

Los trabajadores del recinto deben cumplir con la medida de seguridad de mantener la distancia de un metro y medio entre las personas. Con una cinta como la que emplea la policía para acordonar espacios, separan el área en la que trabaja Luis junto a sus compañeros y el área en la que permanecen los familiares del difunto.

No han asistido más de tres familiares al entierro de una persona fallecida por coronavirus.

Generalmente, los seres queridos del fallecido lloran desconsolados mientras les piden a los trabajadores del cementerio que abran el féretro.

Nos piden abrir el féretro para ver si es su familiar”, relató Luis Miguel.

Lo común es que todos quieran ver por última vez a su ser querido e incluso confirmar que es suyo el cuerpo que les han entregado.

En el momento del fallecimiento la mayoría no ha podido acompañarlos, y ante el colapso que se vive en la capital española, los cuerpos son trasladados en morgues improvisadas en pistas de hielo.

Miles de familias han tenido que esperar varios días para poder recibir el cuerpo de su familiar.

Los empleados del cementerio saben que no pueden atender la petición de los familiares porque deben apegarse a los protocolos de seguridad.

Luis Miguel y sus compañeros intentan consolarlos, colocan el féretro sobre el nicho y se alejan unos metros para que los familiares al menos besen la caja y puedan despedirse. El entierro dura entre siete y ocho minutos como máximo.

“Es impactante lo que estamos viviendo. Tenemos fama de duros, pero por dentro estamos desolados”, dijo Luis Miguel.

Agregó que es surrealista la situación. “Antes despedían a un fallecido unas 30 o 40 personas, ahora hay un límite de tres por cada servicio. Es impactante, no se pueden ni abrazar entre ellos. Estamos dejando que los familiares que sí han podido venir graben el entierro para que lo vean aquellos que se han quedado en casa, o en el hospital. Encoge el alma vivir situaciones así”.

Luis Miguel ha visto la muerte como algo natural desde que era niño, su padre trabaja como sepulturero y en su casa se conversaba con normalidad del tema.

Asegura que desde que se propagó el coronavirus se han duplicado los entierros.

“Trabajamos el doble de lo habitual. Estamos muy cansados, tanto física como emocionalmente. Todo esto te come por dentro, pero intentamos darle al servicio la mayor dignidad posible. Siempre lo hemos hecho, pero ahora mucho más”.

“Mi sensación es que esto es como una guerra. Cuando salgo por la mañana no hay nadie en la calle. Y aquí en el cementerio es desolador. Los compañeros más veteranos dicen que esta crisis está siendo lo más difícil que han tenido que afrontar. Peor que el 11-M y que el accidente aéreo de Spanair”, relató Luis Miguel.

Luis Miguel ha sido testigo de escenas devastadoras, pero hay una que ha marcado su corazón desde que inició la emergencia sanitaria.

Tenían que celebrar el entierro de una mujer y cuando llegó el coche fúnebre descubrieron que estaba solamente el féretro, no había ningún familiar.

El esposo y el hijo de la mujer fallecida estaban ingresados en el hospital porque también se contagiaron de coronavirus. Así que fueron los enterradores quienes con mucho respeto le dieron el último adiós.

“Yo estaba muy nervioso porque me imaginé que podía ser mi madre. Así que me emocioné, lo pasé mal. Pensar que no había nadie para despedirse de ella… Es la situación más difícil por la que he pasado”, lamentó.

Luis Miguel tiene miedo de contagiar a su familia, está expuesto al coronavirus tal como el personal sanitario, policías y otros trabajadores que no pueden quedarse en casa.

Confiesa que ni él ni sus compañeros reciben el mérito de su labor. “A la muerte nadie la quiere ver, y a los que trabajamos con ella, tampoco. Por eso no se acuerdan de nosotros”.

Cada día Luis Miguel se encarga de nueve servicios en los que no hay abrazos, ni flores, ni familiares consolándose mientras se despiden del fallecido.

Aplaudimos el trabajo que hace Luis Miguel y el de todos los que ofrecen un servicio indispensable que es subestimado. Comparte su testimonio.

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