Un niño de 4 años conduce el auto de su abuelo para ir a comprar los chocolates que quería

Todo aquel que tiene niños sabe que si hay mucho silencio en casa los pequeños angelitos podrían estar haciendo incontables travesuras. Pero seguro jamás pensarás que tu hijo se atreverá a tomar el auto de la familia.

Nuestro protagonista es un pequeño de tan solo 4 años que burló las leyes para conducir y le dio prioridad a su pasión por los dulces.

Un  antojo que no podía esperar.

Sebastián ama los chocolates  más que cualquier otra cosa en la vida, si de saciar sus antojos se trata no verá impedimentos para llenar sus bolsillos de las más deliciosas golosinas.

No saber conducir y mucho menos alcanzar los pedales de la camioneta de su abuelo no fueron límites para el atrevido niño. Seguramente más de una vez te has levantado con un gran antojo y no sabes cómo saciarlo.

Este niño dejó las preguntas de lado y fue directamente a la acción.

Así fue como Sebastián se levantó de su cama, tomó las llaves del auto y fue a la tienda para comprar golosinas. El niño ama los chocolates Reeses’e, amaneció con un gran antojo y al ver que nadie lo llevaría, decidió que podía ir solo conduciendo la camioneta del abuelo a la tienda que queda justo en una estación de gasolina en Blaine, Minnesota.

El niño tomó la camioneta de su abuelo, una Hyundai Santa Fe.

Seguramente te estas cuestionando las acciones del niño y piensas que es imposible que haya logrado conducir una camioneta tan grande, sin embargo, el pequeño pero travieso Sebastián se las ingenió para manejar la camioneta a una velocidad de 24 kilómetros por hora.

Durante el recorrido arroyó varios buzones de correos y destrozó la defensa delantera al chocar con un árbol.

Recorrió 24 kilómetros antes de llegar a la estación.

La policía notó que el vehículo iba muy lento y lo detuvieron, la mayor sorpresa para los oficiales fue descubrir que el conductor se trataba de apenas un niño. Sebastián solo decía que iba a comprar dulces, lo policías devolvieron al niño a su casa. Toda la familia estaba preocupada, no sabía qué le había podido pasar. El abuelo, Roy Becker, mencionó que se esperaba que algo así sucediera:

Observa todo lo que hace la gente y lo repite. Podría haber sido muy grave. Él podría  haber golpeado un auto, no llevaba cinturón de seguridad. Podríamos estar hablando de un funeral”.

Afortunadamente no pasó a mayores y Sebastián regresó a su casa sano y salvo aunque sin dulces. Esta vez los antojos no pudieron saciarse aunque la familia aprendió que debe guardar muy bien las llaves y tener grandes dotaciones de Reeses’e para el travieso de la casa.

Comparte la nota para que todos vean que para los niños no hay límites si de golosinas se trata y que como adultos debemos estar más atentos si hay mucho silencio en casa.

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