Se quedan varados durante 225 días desde que cerraron las fronteras por el COVID-19

No hay cosa más saludable y que brinde mayores satisfacciones, tanto físicas como emocionales e intelectuales, inclusive, como viajar. Sin embargo, uno de los sectores más vapuleados por la actual crisis pandémica, el turismo, se enfrenta a una reapertura en medio del temor a un rebrote, pero también al agotamiento generado por el confinamiento.

Florencia Villalba y Juan Manuel Videla, son una pareja joven oriunda de la localidad de Lomas de Zamora, en Argentina. Amantes de la carretera, ambos decidieron salir a recorrer el mundo el primero de marzo del año pasado.

No contaban con que, a los 15 días, todas las fronteras quedarían cerradas debido al brote de coronavirus.

Sería una travesía que recorrería más de 20 mil kilómetros a bordo de una camioneta Sprinter, cuyo destino final era Alaska. Sin embargo, los planes quedaron truncados por este pequeño detalle inesperado, que los detuvo 225 días con sus noches en la ciudad de Córdoba, concretamente en las inmediaciones del Embalse de Calamuchita.

Ahora, después de haber superado cerca de 6 mil kilómetros, desde el departamento que dejaron de alquilar en Nicora 274. Sin embargo siguen a menos de 2 mil kilómetros de Buenos Aires y, evidentemente, mucho más lejos de su destino final en Norteamérica. Cosas de la pandemia, aunque, el par de enamorados no cesará en su empeño de lograr su cometido.

“Teníamos la idea de pasar unos días en el Embalse y estuvimos siete meses y medio estacionados en la puerta de la casa de unos amigos que nos permitieron quedarnos”, cuenta Florencia.

Resulta que, para llevar a cabo la tarea de emprender tan largo y tortuoso viaje, la pareja había echado mano de todos sus ahorros, recaudados con mucha antelación, esfuerzo y dedicación. Pero, cuando el dinero se acabó, tuvieron ambos que salir a buscarse la vida, Juan como constructor y Florencia ejerciendo su profesión de kinesióloga y salvavidas.

“Juan consiguió trabajo en una obra en construcción y yo soy auxiliar en kinesiología (también soy profesora de natación y guardavidas), así que pude empezar a atender pacientes a domicilio, eso fue espectacular”, contó Florencia acerca de su experiencia.

Con la llegada del invierno, la situación se hizo aún más caótica en el Embalse. Sin embargo, por fortuna, Florencia y Juan pudieron encontrar cobijo en un complejo de cabañas aledaño conocido como Las Casitas de Norma, a cambio de trabajo. Posteriormente, ambos pudieron reanudar su camino.

“Después nos fuimos hacia Villa del Dique porque también nos habían contratado para hacer tres murales en una cervecería, y de esta forma terminó haciendo 10 murales en Villa del Dique y de ahí salimos rumbo hacia las Altas Cumbres”, explica Florencia agregando.

Algunos problemas mecánicos con la camioneta los obligaron a desviarse hacia Córdoba. Allí, un seguidor de sus cuentas en un canal digital les proveyó de un radiador. Cuentan que su inspiración surge de la familia Zapp, una pareja que salió hace 20 años con la idea de llegar a Alaska. Fueron tantos los obstáculos que, en el trayecto tuvieron cuatro hijos.

Tras pasar por Córdoba, San Luis, Mendoza y Neuquén, actualmente se encuentran en Junín de los Andes, a punto de partir hacia San Martín de los Andes, para finalmente llegar a Ushuaia, con la esperanza de seguir desde allí hasta Alaska.

Los obstáculos son una parte necesaria en la vida de todos, y en particular en la de dos líderes como Florencia y Juan. El mundo es un lugar maravilloso e inmenso, y siempre se encuentra un lugar más hermoso y digno de apreciar que el otro. Comparte esta historia con tus familiares y amigos.

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