Se queda desamparado y sin saber quién era tras el incendio del orfanato donde estaba

¿Te imaginas lo difícil que es vivir sin un apellido que te ofrezca identidad social ante la ley? Pues esto lo vivió de primera mano un humilde sacerdote que pasó más de 65 años sin apellido; teniendo una triste infancia, con los pies sucios de arcilla y el estomago adolorido por el hambre.

Un sacerdote de Brasil, llamado Francisco, que recibió como segundo nombre “Miguel”, en su larga lucha por hacerse de un apellido y una identidad, es uno de los pocos clérigos de raza negra ordenados. Pero pocos conocen su triste pasado.

Francisco Miguel nació en una choza, sin ni siquiera agua, en medio de un barrio pobre de São Paulo, siendo la pobreza extrema lo que terminó por dejarlo solo y desamparado en el mundo.

«Solo éramos Dios y yo en ese momento», dice el actual sacerdote de Curitiba.

Fueron las llamas de un incendio lo que destruyó el rastro de todas las evidencias que podían dar testimonio de su origen. El incendio que envolvió uno de los orfanatos por el que pasó, acabó con su certificado de nacimiento, así como con el de algunos de sus colegas.

Pequeño, asustado y sin nadie, Francisco no recordaba la última vez que tuvo un hogar real. Mucho menos recordaba su apellido. Lo que extrañaba a lo largo de su vida no era su nombre, sino el abrazo de una madre o simplemente jugar a la pelota con un padre.

Francisco Miguel se considera hoy muy «rico». Señala que cualquiera que vincule la riqueza con mucho dinero está equivocado, el cura recuerda que vagaba entre un orfanato y otro, yendo y viniendo de São Paulo a Paraná, vivió en muchas ciudades metropolitanas de la capital. Haciendo caso omiso de los «no» que recibió y teniendo fe en lo que tenía en esencia, sobrevivió.

“Cuántas veces lloré, me enojé, me cuestioné porque los demás tenían familia y yo no. Pequeño, nadie me quería porque era negro, después, porque ya era grande. Crecer solo y no estar abrumado es la mayor victoria. la vida es mi mayor riqueza ”, dijo el párroco.

Francisco solo tiene fotos de su vida después de ser adulto. Uno de los pocos recuerdos que ha logrado recuperar es un papel que le recuerda la misa del séptimo día de su abuela Flora, que vino a cuidarlo cuando era un bebé.

Años más tarde, un domingo de Pascua del 2010, durante un bautizo, una mujer se acercó al sacerdote diciendo que era su prima. Casualidad o no, el apellido de la mujer que acudió a él era Berthier, de origen francés, así como el de su abuela, Flora.

El significado del nombre Francisco es “el que viene de Francia” y “hombre libre”, dos conceptos que engloban a la perfección con su personalidad. Tras 65 años recuperó su apellido, pero ahora entiende que en hay mucho más que eso.

«Nunca bajes la cabeza. Sé tu propio impulso. Es importante tener gente a tu lado, pero solo tú puedes transformar tu vida. Ningún apellido me daría nada más de lo que he logrado», concluye el padre.

Actualmente, por la pandemia provocada por el coronavirus, Francisco Berthier celebra misas y rosarios online y dice sentirse completo, siendo la mayor prueba de tenacidad y esfuerzo.

No te vayas sin compartir esta emotiva historia con todos tus amigos y no dejes agradecer por lo que la vida te ha dado.

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