Se niega a cerrar su negocio para sobrevivir y termina en la cárcel por su decisión

La pandemia por el coronavirus ha afectado económicamente a muchas personas producto de las restricciones establecidas por los distintos gobiernos. La dueña de una peluquería en los Estados Unidos decidió no acatar la orden de cerrar, y tuvo que enfrentar las duras consecuencias.

Shelley Luther es madre de familia y propietaria de la peluquería “Salon á la Mode” ubicada en Dallas, Texas. Tiene a su cargo hasta diecinueve estilistas que dependen de su trabajo para llevar los alimentos a sus casas y poder cumplir con sus compromisos.

Shelley, nunca estuvo de acuerdo con las restricciones para el funcionamiento de los negocios, incluso fue una de las personas que participó en las protestas que se dieron en su ciudad, solicitando que se reactivara nuevamente la economía.

Debido a que su negocio no es considerado esencial, tuvo que cerrar para cumplir con lo establecido en la carta del juez del condado Clay Jenkins, donde se le solicitaba que cerrara el local. Sin embargo, a los dos días la mujer decidió presentarse y empezar a atender a sus clientes.

“Desperté un día y dije: ‘tengo que abrir, mis estilistas me están llamando, no están pagando su hipoteca’”, expresó la afectada.

Shelley sostiene que esperaba ansiosa que le dieran la orden para poder reiniciar con su trabajo, pero el juez Jenkins continuó postergando la fecha de reapertura. Y cada día que pasaba era más difícil la situación económica para ella y sus trabajadores.

“Mis estilistas me decían que querían ir a las casas de los clientes, les dije que no era buena idea porque no podrían controlar el ambiente. No sabemos si han desinfectado o algo así, y decidí abrir”, explicó la propietaria.

La mujer recibió una sentencia de siete días de privación de su libertad más una multa de 1.000 dólares, por cada día de incumplimiento de la restricción. El juez de la causa adujo que cometió desacato ante el tribunal, y se negó a disculparse.

“Continuó sus operaciones durante siete días y hasta esta audiencia, y recibió varios clientes cada día. No expresó ningún arrepentimiento”, dijo el juez del tribunal federal de Dallas.

Shelley se defendió e insistía en que ella y sus estilistas necesitaban alimentar a sus familias. Se mantuvo firme en que no pediría disculpas por reabrir su negocio porque las razones que la llevaron a hacer lo que hizo eran justificadas, y en todo momento aplicó los protocolos de seguridad necesarios.

Ken Paxton, procurador general de Texas, al conocer del caso no estuvo de acuerdo con la exagerada decisión tomada en contra de la acusada, y solicitó que fuera puesta en libertad de inmediato, resaltando que se trataba de una madre de familia que debía velar por sus hijos.

“Es una decisión vergonzosa y desconectada de la realidad. Esta madre mantuvo su peluquería abierta para llevar comida a su mesa”, expresó el procurador.

Para tranquilidad de Shelley y muchas personas, el gobernador de Texas ya permitió que las peluquerías puedan reabrir, pero con ciertas condiciones y cuidados especiales. Tal vez si hubiese esperado tan solo un poco, la trabajadora de la belleza se habría evitado unos días tan desagradables.

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