La reflexión de un niño sobre su madre “pobre” y su padre rico que se hizo viral

Cuando somos niños no tenemos plena consciencia sobre el valor del dinero y de los bienes que disfrutamos, pero conforme pasan los años se construye nuestra relación con ese recurso que si bien “no compra la felicidad” como dice el refrán, nos permite satisfacer desde nuestras necesidades básicas como la comida, la vivienda, el abrigo, la educación, entre otras hasta los placeres que deseamos para disfrutar como un viaje soñado o la adquisición de un coche confortable quizás.

Es importante que sepamos manejar un presupuesto y administrarnos según nuestras posibilidades para lograr la anhelada estabilidad financiera que todos anhelamos para envejecer tranquilos.

Esta reflexión compartida por un chico en Internet se hizo viral y ha sido compartida por miles de personas alrededor del mundo. Él relató que sus padres se divorciaron y que creció con dos orígenes.

Su madre gana 26.000 euros al año, mientras que su el salario de su padre era de 8 cifras. Su custodia se la acreditaron a su progenitora, durante su infancia dedicó mucho tiempo a jugar con consolas de vídeo.

Cuando tenía 6 años su madre solamente podía comprarle una consola, tenía la Nintendo GameCube y el Super Smash Bros.

Cada quince días iba a la casa de su padre los fines de semana quien tenía rivalidad con su madre motivado por una competencia sobre quién asumía mejor su rol de padre.

“Mi padre me decía que hiciera una lista de juegos y de cualquier cosa que quisiera, y en un plazo de dos semanas lo tendría todo.

Nunca había pedido nada que costara más de 80 euros, cuando tenía 17 años pedí una moto de agua y en quince días tenía una moto de agua valorada en 15.000 euros en el patio.

La mejor parte de ser rico es la comodidad, la conveniencia y la felicidad en general.

¿Y la peor parte? Es que no es una felicidad real, la verdadera felicidad es sentirse querido. Cuando tenía 15 años, mi madre me abrió una cuenta bancaria conjunta de la que ella también era titular.

Cada vez que sucedía algo con la cuenta bancaria yo recibía un email. Cuando tenía 16 años pedí un ordenador para jugar que costaba 600 euros, le dije que la ayudaría en casa y que buscaría un empleo para poder pagárselo.

Al siguiente día recibí dos correos electrónicos. Uno era una notificación de un gasto de 1.500 euros, y el otro un aviso de que la cuenta bancaria estaba en números rojos -1.350 euros. Yo nunca le conté a mi madre que lo sabía, y me alegro de no haberlo hecho. Decir “Te quiero, y haría cualquier cosa por ti” es una cosa, y hacerlo es otra diferente.

Pagarle ese dinero a mi madre me costó tres meses, ella se enfermó de gravedad y tuvo que dejar de trabajar.

Aunque ya estoy asistiendo a la universidad, vuelvo una vez al mes a casa para ayudarla a limpiar, a hacer la compra, a cocinar, viajo cinco horas en tren.

Ni motos de agua, ni barcos, ni un Smart TV, ni consolas de vídeo juegos, todo lo que mi padre pueda darme jamás podrá compararse a mi madre”, así concluye un mensaje que ha llegado al corazón de muchos.

Los mejores regalos que puede recibir un hijo son aquellos que no tienen precio, el tiempo, la dedicación, el amor, el respeto, la satisfacción de sus necesidades físicas y emocionales con cariño y el compromiso de velar siempre por su bienestar sin que se sientan que son una carga.

Esos son los momentos que realmente tienen valor y que atesoramos para siempre en nuestro corazón.

MR

Un niño que recibe amor y respeto de sus cuidadores tiene todas las herramientas necesarias para convertirse en un adulto feliz, con autoestima, con confianza en sí mismo, y dispuesto a luchar por lograr sus sueños trabajando con honestidad y fortaleciendo sus talentos.

A veces los padres cometen el error de compensar la ausencia física y la disposición a compartir los intereses de los niños con bienes materiales.

A pesar de que el protagonista de esta reflexión, de quien se desconoce su identidad, creció con un padre que quería dar crédito a su labor a costa del dinero él sí se dio cuenta de que no eran precisamente las cosas materiales las que lo hacían feliz.

Lo que transmitió nos invita a reflexionar, no te vayas sin compartirlo con tus amigos.

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