Tras perder su empleo se dedica a educar a sus hijos en una pizarra improvisada y se hace viral

En las zonas más pobres de Puerto Rico se vive un panorama desolador. Pocas escuelas han quedado en pie debido a los terremotos. Y por la pandemia, los padres, quienes la mayoría trabajan para llevar el pan al hogar, deben recurrir al ingenio para apoyar a sus hijos en sus clases a distancia.

Nidia Torres Méndez es una joven madre soltera de Guayanilla, que con pocos recursos, pero con mucho empeño y creatividad, lucha sola para que sus pequeños: Onix Javier, de 10 años; Javielys Isonix, de 9; y Jayvier Oneil, de 8, sigan adelante con su aprendizaje y sean alguien el día de mañana.

El amor de una madre no tiene límites

Así que al ver que no contaba con los recursos pero que sus hijos aprendieran correctamente era primordial, acudió a su nevera para usarla como pizarra y así enseñar matemáticas a sus hijos, lo que ha conmovido a miles de personas en las redes.

Fue la propia madre quien publicó en Facebook una fotografía de la pizarra improvisada. Cuando la profesora de uno de sus hijos la vio, no dudó en compartirla y desde entonces es un fenómeno viral.

Nidia cuenta que ella misma le pidió a la maestra que la hiciera pública «para que vean que se puede, que hay que ser creativos». Además, dice que lo hizo para tocar el corazón de las autoridades educativas, suplicando que repartan los pupitres que están abandonados en las escuelas sin usarse.

“Yo me desesperé porque no tenía una pizarra para los nenes. Desesperada cogí uno de esos marcadores borrables de los niños, pasé una línea en la nevera y vi que se borraba y funcionaba».

Asegura que por último no le importó que se dañara la nevera, lo más importante era que sus hijos aprendieran. Además, desde que perdió su trabajo como mesera, ahora aunque pasa mucha pobreza, decidió dedicarse por entero a apoyar a sus hijos en sus estudios.

Desde que su historia fue inspiración para muchas personas que se quejan por tonterías y no valoran lo que tienen, esta madre fue entrevistada por los medios y acotó:

“Hay que demostrarles a nuestros hijos que somos fuertes. También quiero que en un mañana mis hijos digan: ‘Mami utilizó la nevera para enseñarme a mí y no tenía pizarra y si mi mamá pudo hacer eso, yo puedo hacer cosas más grandes’. La creatividad y la imaginación a mí no me faltan porque tengo tres niños brillantes”.

Pero el caso de estos pequeños es sólo 1 entre los miles de niños de bajos recursos, que tampoco tienen donde asentar sus libretas y se ven obligados a escribir sobre el suelo lleno de bacterias.

Nidia tiene que vivir con sus hijos en los bajos de la residencia de una tía, quien le comparte los servicios de Internet para que los niños puedan conectarse a distancia. Pero afortunadamente, después de que su fotografía llegara a oídos del Departamento de Educación, los pequeños recibieron sus ordenadores.

Además, el mismo día que su historia se viralizó, una amiga le regaló un escritorio usado que debía ser cubierto con papel. “La nena me dijo: ’¡Ay, mami, que emoción tengo un escritorio para mí!”, comentó la agradecida madre.

En la humilde sala de la pequeña casa, esta increíble madre montó un salón de clases improvisado, con otras sillas que un vecino también le regaló. Era especialmente necesario para su pequeña, ya que es operada de los riñones y no le venía bien estar en el suelo todo el día mientras estudiaba.

Pero eso no es todo, en el patio tiene un huerto casero y a uno de los lados, otro pequeño huerto con matitas de los nenes para que también aprendan “que hay que cultivar la tierra”, dijo la madre.

“El cielo es el límite”, se lee en un rótulo improvisado en cartón en el salón de clases casero, que revela que para esta mujer la pobreza no supone ninguna limitación para darle a sus hijos la mejor educación.

Comparte esta inspiradora historia con tus amigos para que tomemos conciencia de lo que cada madre y padre se esfuerza para dejarles la mejor herencia a sus pequeños, incluso cuando las necesidades económicas abundan. Para ellos no hay limitación ni excusa que valga. ¡Qué gran lección para el mundo!

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