Tuvo que huir de su casa cuando tenía 10 años y ahora ayuda a los niños más vulnerables

Aunque todos compartamos el mismo planeta, no podemos negar que la realidad para cada persona es totalmente diferente. A muchos les toca una vida más dura trabajando desde pequeños quitándoles esa inocencia que es innata en todos los seres humanos.

Peter Habyarimana nació en la frontera de Uganda y Ruanda, como muchas otras personas de la localidad, su familia cultivaba frijoles y batatas para tener el sustento diario.

Comenzó ayudar a su madre desde que tenía 4 años de edad.

Debido a las condiciones precarias en las que vivía Peter nunca tuvo la oportunidad de jugar o crecer como un niño. Debió trabajar como un hombre si quería comer, en su casa no tenían agua potable así que caminaba hasta tres horas para conseguir tan valioso sustento.

Su familia era una de las más pobres de la localidad, no tuvo más de dos camisas o un colchón para toda la familia. Los hermanos mayores dormían afuera mientras los más pequeños intentaban descansar en el interior de la casa.

Sus hermanos y él se mantenían calientes durmiendo en el suelo.

A Peter a diferencia de otros niños, le tocó madurar rápidamente debido a las circunstancias. A los 4 años se dio cuenta que su padre era diferente al resto, más que respeto infundía miedo en la casa.

Señala que mientras su padre estaba en casa debía buscar un lugar para esconderse, su temor era tan grande que incluso llegó a desear que estuviera muerto.

Lo que más le dolía era que su propio padre le dijera que no valía nada.

Peter crecía y se daba cuenta de que cada día su padre lo irrespetaba más, sentía que en algún momento podía acabar con su vida. Recuerda cómo un día su padre lo envío a comprar unos cigarrillos, era de noche y de regresó a casa llovió, los cigarros se destruyeron.

Él sabía que si regresaba con la encomienda destruida despertaría al ogro de su padre.

En lugar de volver a casa, decidió buscar una vida mejor.

Con solo 10 años de edad, una camisa rota, pantalones cortos y sin zapatos decidió aventurarse.

Llegó a Kampala, a más de 400 kilómetros de casa, con hambre y muerto de miedo. No había vuelta atrás, se encontró con otros niños que vivían en la calle y aprendió a sobrevivir.

Para Peter trabajar duro estaba en su ADN así que para él fue fácil ofrecer su mano de obra gratuita a compradores y vendedores. Cuando llegaba a fin de mes robaban algunos artículos de comida en pequeñas cantidades.

 Mientras la ciudad dormía ellos asaban sobre el fuego lo que recolectaban para alimentarse.

Su vida cambió cuando un día una familia le ofreció llevarlo a la escuela, y durante un año habían estado dándole comida en un supermercado que él frecuentaba.

Peter, que venía de una familia que vulneró su derechos, dijo que sí no muy seguro de lo que estaba haciendo. Su nueva familia lo hizo sentir como si tuviera potencial.

Lo encontraron digno de darle una oportunidad y realizar estudios superiores.

Peter obtuvo una beca para estudiar en el Reino Unido y Estados Unidos. Desde entonces ha conocido más de 101 países trabajando con World Vision, una organización cristiana humanitaria que aboga por los niños más necesitados. La amabilidad de una familia cambió el rumbo de su vida y Peter quería hacer lo mismo con los demás.

 Se había propuesto ser padre adoptivo.

Era un hombre soltero y no sabía si le permitirían ser padre de acogida. Después de tener un trabajo que ameritaba viajar todo el tiempo se instaló en Oklahoma para comenzar un negocio de bienes raíces.

Se acercó a una agencia de crianza temporal y para su sorpresa aceptaron que fuera voluntario.

Cuatro meses después obtuvo su primer hijo de acogida.

Peter siempre había ayudado a los niños más necesitados pero a distancia, esta vez quería atenderlos él mismo y orientarlos  en ese proceso tan difícil.

Un proceso que le ayudó a no juzgar a los padres sino a entenderlos. Confiesa que tener un par de ojos extras que le ayudaran con los niños entre 2 y 5 años hubiese sido muy útil.

A pesar de todo ha dado su mejor esfuerzo como padre soltero.

Aprendió a organizar su tiempo y las actividades, y aunque a veces piensa en tirar la toalla reacciona rápidamente al recordar por lo que él pasó y estos niños están pasando.

Para Peter cada niño es diferente, aunque todos tienen algo en común, buscan a alguien que los comprenda, los escuche y les de amor.

Hace poco Peter finalizó el proceso de adopción con su hijo mayor, para él es difícil saber que su familia y otras familias critican a su hijo y lo que hace.

Su labor es una bendición a pesar de lo complicado que pueda ser.

Love What Watters

Sin importar las circunstancias él ama y da oportunidades a los pequeños que tanto necesitan. Un pequeño rayo de luz entre tanta oscuridad que han tenido. Qué bueno aún hay personas que creen en el cambio y ayudan sin posturas raras ni apariencias engañosas.

Compartir la historia de superación de este gran ser humano es una manera de inspirar a otros a salir adelante y construir un mundo mejor. No te vayas sin hacerlo.

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