Una pareja sobrevive durante 22 años en el interior de una alcantarilla

Tener un techo propio puede ser muy difícil para quien no dispone de la condición socioeconómica adecuada; sin embargo, muchas personas se las ingenian para subsistir en la más cruda de las situaciones.

Bien sea poseyendo un terreno baldío y erigiendo una casa de láminas de acero, o de madera, o bajo puentes o elevados.

Aunque para Miguel Restrepo y su compañera María García parece que esto no les ha representado un mayor problema ya que desde hace 22 años habitan en un insólito lugar: ¡una alcantarilla abandonada!

Oriundos de Medellín, Colombia, Miguel y María tuvieron problemas de adicción a las drogas que agotaron todos sus recursos.

Pero a pesar de la adversidad lograron encontrar el camino para mantenerse alejados de los vicios y, lo más importante, conseguir la felicidad como pareja en las buenas y en las malas.

Pudiera pensarse que vivir en tales condiciones, donde el espacio de 6 metros cuadrados y un metro de altura apenas permite mantenerse agachado dentro, resulta en vivir incómodamente.

Pero lo cierto es que el matrimonio se las ha arreglado para hacer de tal entorno una minimalista expresión de un hogar completo.

Cuentan con cama, cocina y hasta televisión dentro de la alcantarilla. Inclusive se permitieron adoptar una mascota: un perro llamado Blackie.

Aún sin un baño, han resuelto emplear baldes para recolectar el agua de lluvia para cubrir sus necesidades fisiológicas.

Cuentan además con una zona verde externa donde pueden cultivar diversos rubros. Instalan también el árbol de Navidad durante las festividades decembrinas, conservando el espíritu tradicional de la Noche Buena incluso en su vivienda.

Aunque se les han ofrecido varias oportunidades para obtener una vivienda digna, Miguel afirma que prefiere quedarse en donde está, ya que si acepta tendría que responsabilizarse por pagar impuestos y preocuparse por conseguir un trabajo estable. Y es que al quedar desempleado de su trabajo como reciclador, a causa de problemas pulmonares, su seguridad social no está garantizada con sus 63 años de edad.

Lo cierto es que los vecinos apoyan de buena gana su estadía y hasta colaboran con los insumos que pueden para ayudar a la singular pareja que hace sus esfuerzos por subsistir cuidando vehículos de la localidad a modo de retribución y agradecimiento por los favores de la comunidad.

A pesar de la situación de Miguel y María, la reflexión queda para los organismos de prevención y reinserción laboral sobre quienes están afectados por una situación de calle. Todos son merecedores por derecho de una vivienda digna con justas garantías.

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