“Vendo dibujos para ayudar a mi mamá que está hospitalizada”. Esas son las palabras de Bryan, el niño de 14 años que al salir del colegio se va hasta la estación Plaza Venezuela del Metro de Caracas para ofrecer sus dibujos a los transeúntes.
En Venezuela la infancia de millones de niños se vive entre calles llenas de basura y estaciones de metro repletas de inseguridad. Claro, no se puede obviar la desnutrición que afecta a muchos que no pueden asistir a clases porque no tienen desayuno y el sistema de salud colapsado donde la escasez de medicamentos e insumos apaga para siempre los sueños de millones de pacientes.
Bryan se sienta en las escaleras de la estación Plaza Venezuela por la salida que da hacia el reconocido boulevard de Sabana Grande y allí ofrece sus dibujos hechos en folios tamaño carta. Comenzó vendiéndolos en 150 bolívares, luego aumentó a 250 y ahora los vende en 300 bolívares (equivalente a 0,30 euros aproximadamente).
El personal del Metro lo deja permanecer ahí, los comerciantes informales de la zona lo cuidan de intimidaciones y actos de violencia de algunos antisociales, según información de transeúntes que frecuentan la zona.
Para Bryan el día comienza a las 4:00 am, tiene que despertar a esa hora para llegar a tiempo al colegio, termina las actividades al medio día y a partir de la una de la tarde hasta las siete de la noche se dedica a vender los dibujos. Llegar a casa por la noche le toma dos horas de trayecto en metro y tren.
Para él lo más importante es conseguir comida y medicinas para su mamá aunque su tío no quiere que siga trabajando.
Sus clientes continuamente le preguntan qué hace ahí solo y él con mucha paciencia les cuenta su historia. Hace dos meses su mamá se lanzó del cuarto piso de un edificio y sobrevivió porque en el impacto rebotó de una saliente antes de caer. Ahora no puede caminar y solamente cuenta con Bryan, su único hijo. Él vende sus dibujos desde antes de que su mamá se precipitara del edificio, pero no iba todos los días porque se cansaba mucho.
Su tío, hermano de su madre, le comentó que no tenían mucho dinero para el tratamiento de su madre, que necesita pañales y muchas medicinas.
“Mi mamá tiene problemas con los nervios, no me cuesta admitir que nunca ha sentido mucho cariño por mí pero igual yo la quiero cuidar”, así afirma este niño que parece tener la madurez de un adulto. Pasó a cuarto año de bachillerato y sueña con ser contador.
“Me gusta sacar cuentas y tener el control de mi dinero, por eso cuando me gradúe voy a quedar en la Universidad Central de Venezuela y empezaré mi carrera”, dijo Bryan. Muchas personas halagan sus dibujos, dice que aprendió a dibujar gracias a unas revistas que hay en el colegio. Dice que eso lo considera un oficio, pero no su futuro.
Venezuela firmó en el 2014 una iniciativa llamada “Iniciativa Regional América Latina y El Caribe Libre de Trabajo Infantil”, pero actualmente son muchos los niños que trabajan solos o en compañía de sus padres para poder sobrevivir a la inflación más alta del mundo.