Tras décadas viviendo encerrada en un hospital finalmente logra ser adoptada

La triste realidad de cientos de personas mayores en el mundo no es un secreto. Lamentablemente, no todos tienen una familia que se preocupe por ellos, tomando en cuenta que lo más seguro es que tuvieron hijos que cuidaron y se dejaron la vida porque no les falte nada. Y terminan sus días en la soledad de un hospital, o de una residencia, cuidados sí, pero sin el calor de los suyos.

Y aunque es habitual que los niños sin hogar toquen el corazón de una familia y sean adoptados, ¿qué pasa con los ancianos sin hogar?¿Acaso ellos también no merecen un hogar adoptivo donde permanecer sus últimos días?

Esta es la conmovedora historia de Cotinha, una mujer de 70 años con un desgarrador pasado, pero con un presente lleno de esperanza

Si todas las historias de la adopciones son emocionantes, en algunas ocasiones queda en evidencia que el ser humano puede ser aún mejor y hacer que recuperemos la fe en la humanidad. Y ese es el caso de Cotinha y Gláucia.

Cuando Cotinha era niña, ella y su hermano fueron gravemente atropellados en una autopista de Brasil. Lamentablemente, él no sobrevivió y ella fue llevada a un hospital, al que llegó terriblemente herida y con innumerables facturas en todo su cuerpo. Los médicos hicieron de todo para salvarla y para encontrar a sus padres, pero tristemente nunca nadie regresó por ella.

Cotinha permaneció 60 años de su vida en otro hospital hasta que fue cerrado

Fue entonces cuando Gláucia, una mujer de 27 años, apareció en su vida. Ella trabajaba haciendo la limpieza del centro hospitalario y apenas se conocieron la conexión fue inmediata.

Cuando a Cotinha la trasladaron a un nuevo refugio, Gláucia se dio cuenta que no era nada feliz y no estaba dispuesta a que su gran amiga pasara el resto de sus días en medio de la soledad y la tristeza.

Gláucia decidió intervenir y, aunque le supuso atravesar una serie de dificultades, terminó adoptando a Cotinha. ¡Un verdadero acto de amor!

Cuenta entre lágrimas que fue a la Defensoría Píblica porque sinceramente se resistía a abandonarla; sin embargo, no tenía recursos para mantenerla.

“Si se va a morir de hambre, vamos a morir de hambre juntas”, dijo Gláucia en una emotiva entrevista.

La presencia de Cotinha no sólo le había cambiado su vida, sino a toda su familia.

Y por supuesto a su hija Emily, a la que no dejaba de abrazar y se convirtió en su compañera de juegos.

Lo que terminó por conmoverla es que Cotinha casi no hablaba y en muy poco tiempo empezó a llamar a Gláucia «mamá». Fue algo que le tomó por sorpresa y se emocionó, pero enseguida le dijo:

«Tienes razón, yo soy tu mamá».

«El mismo amor que tengo por mi hija, tengo por Cotinha, nada cambia», confiesa 

En 2017 afortunadamente le salieron los papeles de la adopción y formalmente Cotinha se convirtió especie de abuela e hija a la vez.

Y a Gláucia le queda la enorme satifacción de haber hecho el acto más noble de su vida, dándole un hogar a una mujer que no tenía cómo pagárselo en lo absoluto. ¡Un amor incondicional!

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