Su padre, Osvaldo Ayala Armenta, de 48 años de edad, lo recuerda como un joven siempre servicial, bien portado, con ganas de servir siempre al que más lo necesite.
“Mi hijo nomás escuchaba una sirena y me decía ‘padre me están ocupando, me llaman’, y se alistaba para irse. Yo me quedaba con la angustia de que probablemente ya no regresaría, le echaba la bendición. Así estuvo trabajando, prestando su servicio de voluntario a la sociedad y a quien lo ocupaba. Acababa de terminar su carrera de enfermería, también se graduó como paramédico, tenía muchos planes a futuro y nosotros siempre lo apoyamos. Era su decisión, era nuestro hijo, es nuestro hijo, nunca va a dejar de serlo y donde quiera que esté, lo vamos a seguir amando, lo vamos a tener siempre con nosotros. Hijo mío, Dios te tenga en su gloria, mijo”, fueron las conmovedoras palabras, entre lágrimas, de su padre.
Su novia, Claudia, de 22 años, también relató lo que significaba Miguel en su vida:
“Teníamos siete meses, pero parecía que eran años. Nuestro plan era casarnos el próximo año. Era muy alegre, le gustaba mucho bailar, nunca estaba triste, siempre dijo que debíamos darle buena cara a la vida. Siempre fue maravilloso, con él iba a casarme y tener hijos, él quería tener muchos Miguelitos”.
Un compañero cuenta que el día del accidente, Miguel se ofreció a bajar y hacer la primera inmersión cuando buscaban al pescador. Pero los que estaban arriba no sabían lo que pasaba allá abajo. «Sólo escuchábamos los gritos del compañero que se metió con él», dijo.
“Fueron momentos difíciles, sentimos angustia e impotencia por no poder ayudarlo, porque estaba a 25 metros de profundidad, pero la verdad hicimos lo que pudimos. Era muy alegre, servicial y querido por todos, quería andar en todos los servicios y rescates; hicimos muchos rescates juntos, amamos lo que hacemos y a cualquiera le pudo haber pasado”, relata.
Todos los que lo conocieron dan fe de su valentía, de su pasión por ayudar a todo aquel que necesitara una mano, de ser un guerrero y llegar en todo hasta el final.
«Era de los primeros en responder a las emergencias y rescates acuáticos. Era sociable y muy feliz, siempre sonriente y divertido, atento a los problemas de todos. Se nos fue un gran compañero y amigo, pero no vamos a dejar morir su recuerdo; me siento muy orgulloso de él porque era una extraordinaria persona”, recalcó Mario Armenta, bombero y compañero de aventuras.
Miguel Antonio fue velado en su hogar, donde se vivieron especiales momentos de dolor, ante la concurrencia masiva de autoridades, familiares, vecinos y amigos que lloraron la partida de un grande. Fue despedido con guardia de honor.