Les entregan bebés recién nacidos a los ancianos de una residencia para que los cuiden

Los años no pasan en vano y poco a poco nos vamos dando cuenta que ya no somos los mismos, la edad afecta las funciones motoras, la memoria, la capacidad visual, entre otras cosas.

La Residencia San Juan de Dios de Sevilla es un centro de atención de adultos mayores con demencia degenerativa, trastorno del estado de ánimo, ansiedad y deterioro cognitivo, donde reciben atención profesional para mejorar su calidad de vida.

Una de las terapias que usa el centro con estos abuelitos son los famosos “babies reborn”.

Este centro ha comprobado que trabajar con este tipo de «bebés irreales» es beneficioso en el ámbito afectivo y funcional ayudando a fortalecer la motricidad de los mayores.

Tener un “babies reborn” a su cargo les motiva a realizar actividades que favorecen su desarrollo, sin correr ningún riesgo, como sucedería si se hiciese con bebés de verdad.

“Pobre, el pequeño está llorando. ¿Tendrá hambre?”, dice una de las abuelas.

Los “babies reborn” hace que la vida de los residentes sea mucho más fácil y feliz.

“Estos bebés fabricados artesanalmente son un instrumento extraordinario de mejora”, dice Ana Belén García, neuropsicóloga del centro.

Las terapias con estos muñecos se iniciaron con el fin de incidir en la parte afectiva y emocional de una manera atractiva para el paciente, y desde entonces el sentimiento de bienestar de los adultos mayores ha ido creciendo.

«Es sorprendente ver a mayores con un Alzheimer avanzado, mecer, acariciar y cantarle a un bebé de plástico desde que se los entregas en sus manos. La terapia es un medio para conectarlos con el entorno», añade Ana.

Beatriz Gómez, terapeuta ocupacional de la residencia, dice que es una terapia excelente para trabajar las capacidades funcionales de los adultos mayores tales como la destreza y la motricidad.

“Nosotros no les decimos si son muñecos o son bebés. Todo depende de la interpretación de ellos, y en ese sentido también deciden la actividad a realizar», dijo Ana.

Beatriz afirma que vestir a los «bebés», abrochar, desabrochar los botones, cambiar los pañales y darles el biberón son actividades que ejercitan la movilidad de las manos y de los dedos.

«Si es cambiarlos de ropa siempre se hará acorde al tiempo, es decir, si hace frío los visten más abrigados y así abordamos también la orientación en el tiempo», añadió Ana.

«Estas terapias no tratan de infantilizar, ni de que se vea que tratamos a los abuelos como niños, ni muchísimo menos. Se trata de darles un rol de cuidadores», aclara Ana.

Beatriz explica que los residentes cuando eran más jóvenes cuidaban de sus hijos, nietos, sobrinos, e incluso de sus animales, pero ya todo eso lo han perdido y con este rol se sienten protectores y responsables de los bebés.

Los trabajadores aprovechan las historias que presuponen que puede haber detrás del bebé para trabajar el lenguaje y ejercitar la memoria de los abuelos.

“Vas entrando en un juego que es muy versátil», dice Beatriz.

«Tampoco vamos a mentir y no vamos a decir que todo esto haga milagros. Pero que una persona en un estado de agitación se calme cuando le pones un bebé en sus manos, no tiene precio”, agregó Ana.

Esta terapia ha sido todo un éxito, incluso los que son más independientes han mostrado su interés por hacer algún tipo de ropita para los bebés o involucrarse en la actividad.

 Para los trabajadores de la residencia la felicidad expresada en las caras de los familiares cuando ven a sus internos más activos no tiene precio. Comparte este particular tratamiento.

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